Diario de Santa Faustina, 178;2
(…) Terminada la hora fui delante del Santísimo Sacramento y como la miseria y la nada más grandes, le supliqué por su misericordia y que se dignara sanar y purificar mi pobre alma. De repente oí estas palabras: "Hija Mía, todas tus miserias han sido quemadas en el fuego de Mi amor, como una pajita arrojada en unas llamas enormes. Y con esta humillación atraes a ti y a otras almas todo el mar de Mi misericordia". Y contesté: "Jesús, forma mi pobre corazón según Tu divina complacencia".
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