Diario de Santa Faustina, 175
Cuando me alejé de la rejilla, una alegría inconcebible inundó mi alma hasta tal punto que me retiré a un lugar apartado del jardín, para esconderme de las hermanas y permitir al corazón desbordarse plenamente hacia Dios. La presencia de Dios me penetró por completo y en un solo momento sentí, es decir distinguí las Tres Personas Divinas que habitaban en mí, y la paz que tenía en el alma era tan grande que me asombraba yo misma de cómo había sido posible estar intranquila.
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