Propagación de la Devoción a la
Divina Misericordia
La tarea de proclamar el mensaje de
la Divina Misericordia se desprende del don que hemos recibido ya en el momento
del santo bautismo. Es también un derecho y un deber de la Iglesia, y por lo
tanto, de todos los creyentes. Ha llegado la hora en la que – dijo Juan Pablo
II en Cracovia el 17 de agosto de 2002 en Cracovia – el mensaje de la Divina
Misericordia derrame en los corazones la esperanza y se transforme en chispa de
una nueva civilización: la civilización del amor.
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