Del Diario de Santa Faustina, 928
De repente vi al Señor que me abrazó
a su Corazón y me dijo: Hija Mía, no llores, porque no puedo soportar tus
lágrimas; les daré todo lo que pidas, pero deja de llorar. Y me llenó una gran
(280) alegría y mi espíritu, como siempre, se sumergió en Él como en su único
tesoro. Hoy hablé más con Jesús, animada por su bondad.
Jesús en Ti confío
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