Del Diario de Santa Faustina, 147
Recuerdo que recibí luz en la mayor
abundancia durante la adoración de media hora que hacía todos los días durante
la Cuaresma, postrándome en cruz delante del Santísimo Sacramento. En aquel
tiempo me conocí más profundamente a mí y a Dios. Para hacer aquella oración
encontré muchos obstáculos, a pesar de tener el permiso de las Superioras. El
alma debe saber que para orar y perseverar en la oración, tiene que armarse de
paciencia y con esfuerzo superar las dificultades exteriores e interiores. Las
dificultades interiores: el desaliento, la aridez, la pereza, las tentaciones;
las exteriores: el respeto humano y la necesidad de respetar los momentos
destinados a la oración. Yo misma experimenté que si no rezaba la oración en el
momento establecido, después tampoco la rezaba, porque no me lo permitían los
deberes y si la recé, fue con gran dificultad, porque el pensamiento huía hacia
los deberes. Me sucedió también esta dificultad que si el alma había rezado
bien la oración y había salido de ella con un profundo recogimiento interior,
otras personas perturbaban ese recogimiento. Así, pues, es necesaria la
paciencia, para perseverar en la oración. Me sucedió más de una vez que cuando
mi alma estaba sumergida en Dios más profundamente y sacaba mayor provecho de la
oración, y la presencia de Dios la acompañaba durante el día, y en el trabajo
había más concentración y más perfección, y más empeño en el deber, no obstante
me sucedía que justamente entonces recibía el mayor número de reproches de ser
negligente, indiferente a todo, porque las almas menos recogidas quieren que
las demás se les parezcan, ya que constituyen para ellas un remordimiento
continuo.
Jesús en Ti confío
No hay comentarios:
Publicar un comentario