Diario de Santa Faustina, 121; 3
(…) Después de estas purificaciones y pruebas, Dios trata con el alma de modo especial, pero el alma no siempre colabora con estas gracias. No porque ella misma de por sí no quiera colaborar, sino que enfrenta tan grandes dificultades interiores y exteriores que, de verdad, hace falta un milagro para que esa alma se mantenga a estas alturas. Aquí necesita obligatoriamente al director. (…)