Diario de Santa Faustina Kowalska 1286
Te estoy agradecida, oh Dios, por todas las gracias
De la que me colmas todo el tiempo,
Que me iluminan, como los rayos del sol,
Y con las que me indicas el camino seguro.
Del Diario de Santa Faustina, 474
13 DE SEPTIEMBRE DE 1935
Por la tarde,
estando yo en mi celda, vi al ángel, ejecutor de la ira de Dios. Tenía una
túnica clara, el rostro resplandeciente; una nube debajo de sus pies, de la
nube salía rayos y relámpagos e iban a las manos y de su mano salían y
alcanzaban la tierra. Al ver esta señal de la ira divina que iba a castigar la
tierra y especialmente cierto lugar, por justos motivos que no puedo nombrar, empecé a pedir al
ángel que se contuviera por algún tiempo y el mundo haría penitencia. Pero mi
suplica era nada comparada con la ira de Dios. En aquel momento vi a la
Santísima Trinidad. La grandeza de su Majestad me penetró profundamente y no me
atreví a repetir la plegaria. En aquel mismo instante sentí en mi alma la
fuerza de la gracia de Jesús que mora en mi alma; al darme cuenta de esta
gracia, en el mismo momento fui llevada delante del trono de Dios. (..) Me puse
a rogar a Dios por el mundo con las palabras que oí dentro de mi.
Del Diario de Santa Faustina, 1271
Al darme cuenta de lo peligroso que es estar en la puerta en la actualidad y eso a causa de los disturbios revolucionarios y del odio que la gente mala tiene hacia los conventos, he ido a hablar con el Señor y le he pedido disponer que ninguna persona mala se atreva acercase a la puerta. Oí estas palabras: "Hija Mía, en el momento en que has ido a la puerta he puesto un Querubín encima de la puerta para que la vigile; permanece tranquila. Cuando volví tras la conversación que tuve con el Señor, vi una nubecita blanca y en ella a un Querubín con las manos juntas [como para orar], con la mirada como un relámpago; comprendí que el fuego del amor de Dios ardía en aquella mirada….
Diario de Santa Faustina 725
Jesús mío, hoy me retiro al desierto para hablar solo contigo, oh mi Maestro y Señor. Calla la tierra, tú solo me hablas a mí, oh Jesús. Sabes que no entiendo más voz que la tuya, buen pastor. En la morada de mi corazón está el desierto, donde ninguna criatura puede entrar. Tú solo eres rey.