Del Diario de Santa Faustina, 608
Por la mañana, al despertarme al sonido de
la campanilla, me entró un sueno tan grande que no logrando despertarme del
todo, di un salto al agua fría y dos minutos después el sueno se me quitó. Al
venir a la meditación se agolpó en mi cabeza toda una confusion de pensamientos
necios y luché durante toda la meditación. Lo mismo ocurrió durante las
plegarias, pero cuando comenzó la Santa Misa, en mi alma reinó una extraña
calma y alegría. En ese momento vi a la Santísima Virgen con el Niño Jesús y al
Santo Anciano que estaba detrás de Nuestra Señora.
La Santísima Virgen me dijo: "Aquí tienes el tesoro mas precioso". Y
me dio al Niño Jesús.
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