Del Diario de Santa Faustina Kowalska, 1107
Depende de nosotros si queremos dar la bienvenida a la gracia de Dios o no, si cooperamos con ella o la desperdiciamos.
Del Diario de Santa Faustina Kowalska, página 130
Oh Jesús, cuando vienes a mi [en] la Santa Comunión, Tu que Te has dignado morar con el Padre y el Espíritu Santo en el pequeño cielo de mi corazón, procuro acompañarte durante el día entero, no Te dejo solo ni un momento. Aunque estoy en compañía de otras personas o con las alumnas, mi corazón está siempre unido a Él. Cuando me duermo, le ofrezco cada latido de mi corazón, cuando me despierto, me sumerjo en Él sin decir una palabra. Al despertarme, adoro un momento la Santísima Trinidad y le agradezco por haberme ofrecido un día más, que una vez más va a repetirse en mí el misterio de la Encarnación de Su Hijo, que una vez más delante de mis ojos va a repetirse su dolorosa Pasión. Trato entonces de facilitar a Jesús el paso a través de mí a otras almas. Con Jesús voy a todas partes, su presencia me acompaña en todas partes.
Del Diario de Santa Faustina, 881
Hoy Jesús ha entrado en mi pequeña habitación aislada, con una túnica clara, ceñido de un cinturón de oro; una gran Majestad resplandecía de toda su silueta y dijo: "Hija Mía, ¿por qué te dejas llevar por pensamiento de miedo? "Contesté: Oh Señor, Tu sabes por qué. Y me dijo: ¿Por qué? Esta obra me asusta. Tú sabes que soy incapaz de cumplirla. Y me dijo: "¿Por qué? Ves que no tengo salud, no tengo instrucción, no tengo dinero, soy un abismo de miseria, tengo miedo de tratar con la gente. Jesús, yo deseo solamente a Ti, Tú puedes liberarme de esto. Y el Señor me dijo: "Hija Mía, lo que Me has dicho es verdad. Eres muy miserable y a Mi Me ha agradado realizar la obra de la misericordia precisamente a través de ti que eres la miseria misma. No tengas miedo, no te dejaré sola. Haz por esta causa lo que puedas, yo completaré todo lo que te falta; tú sabes lo que está en tu poder, hazlo." El Señor miró en lo profundo de mi ser con gran benevolencia; pensé que iba a morir de gozo bajo esta mirada. El Señor desapareció, se quedó en mi alma la alegría, la fuerza y el ánimo para obrar, pero me sorprendí de que el Señor no quisiera liberarme, y no cambiara nada.
Del Diario de Santa Faustina,103
De repente vi interiormente al Señor quien me dijo: "No tengas miedo, hija Mia, Yo estoy contigo."
En aquel mismo momento desaparecieron todas las tinieblas y los tormentos, los sentidos fueron inundados de una alegría inconcebible, y las facultades del alma coladas por Su luz