Del Diario de Santa Faustina, 330
Una vez me dijo el confesor que rogara según su intención, y comencé una novena a la Santísima Virgen. Esa novena consistía en rezar nueve veces la Salve Regina. Al final de la novena vi a la Virgen con el Niño Jesús en los brazos y vi también a mi confesor que estaba arrodillado a sus pies y hablaba con Ella. No entendía de que hablaba con la Virgen porque estaba ocupada en hablar con el Niño Jesús que había bajado de los brazos de la Santísima Madre y se acercó a mí. No dejaba de admirar su belleza. Oí algunas palabras que la Virgen le decía, pero no oí todo. Las palabras son éstas: “yo no soy no sólo la reina del cielo, sino también la madre de la misericordia y tu madre”. En ese momento extendió la mano derecha en la que tenía el manto y cubrió con el al sacerdote. En ese instante la visión desapareció.