Del Diario de Santa Faustina, 567
El comportamiento de las hermanas para con la Superiora.
Que todas las hermanas respeten a la Superiora como al Señor Jesús Mismo, tal y
como lo mencione hablando del voto de la obediencia. Que se porten con
confianza infantil, sin murmurar nunca ni criticar sus órdenes porque eso
desagrada mucho a Dios. Que cada una se guíe por el espíritu de fe para con las
Superioras, que pida con sencillez todo lo que necesite. Dios nos guarde, y que
nunca se repita ni ocurra que alguna de ustedes sea el motivo de tristeza o de lágrimas de la Superiora.
Que cada una sepa que, como el cuarto mandamiento obliga a los hijos a respetar
a los padres, lo mismo se refiere a la religiosa para con la Superiora. No es
buena (35) la religiosa que se permite y se atreve juzgar a la Superiora. Que
sean sinceras con la Superiora y le hablen de todo y de sus necesidades con la
sencillez de una niña.
Las hermanas se dirigirán a su Superiora de este modo: le ruego, Hermana
Superiora. Nunca le besaran la mano, pero cada vez que la encuentren en el
pasillo, como también cuando vayan a la celda de la Superiora, dirán: Alabado
sea Jesucristo, inclinando un poco la cabeza.
Las hermanas entre si dirán: le ruego, hermana agregando el nombre. Respecto a
la Superiora deben guiarse por el espíritu de la fe y no con sentimentalismo ni
con adulaciones, cosas indignas de una religiosa que la humillarían mucho. Una
religiosa debe ser libre como una reina y lo será si vive con el espíritu de la
fe. Debemos escuchar y respetar a la Superiora no por ser buena, santa,
prudente, no, no por todo esto, sino solamente porque para nosotros ocupa el
lugar de Dios y escuchándola obedecemos a Dios mismo.